No quería ser tu amigo
si eso me impedía estar enamorado,
que -a esta altura de la vida-
no soñar tu amor, sin duda, es un pecado.
No debía ser tu amante
porque entonces lo importante es relativo,
y aparecen mil motivos
que se llevan por delante lo que he escrito.
No sabría ser tu esposo,
(eso ya es tarea de otro y no hay más sitio…)
aunque no nos importara
compartir las madrugadas y los libros.
No pretendo ser el padre
que te quiso como nadie y te abrazaba,
ni el ex-novio impertinente,
que aún te llama y te pregunta si le amabas.
No sería ese vecino
que saludas y que nunca te hace caso,
ni el cartero perezoso
que te entrega mis envíos con retraso.
No me apunto a ser tu viudo,
eso sí lo tengo claro y no lo dudo;
que aunque siempre voy de negro
no me gustan los entierros ni los lutos.
No me veo de confidente,
aunque entiendo lo que sientes y te escucho,
ni te voy a hacer terapia
(eso a ti te haría gracia… a mí no mucho).
No concibo ser tu socio,
ni tu jefe en mil negocios aburridos,
ni el marido de tu amiga
tan atento…, tan perfecto…, tan prohibido…
Yo no puedo ser tu padre,
ni tu esposo, ni tu amante, ni tu amigo…
Lo que quiero, lo que espero,
lo que sueño, lo que anhelo…
es… estar contigo.